El Secretario Provincial del SAT en nuestra provincia, Andrés Bódalo, ha intervenido en la ACADEMIA DE PENSAMIENTO CRÍTICO DE SOCIALISMO 21.
Reproducimos el artículo de Enric LLopis en Rebelión, al respecto de su discurso.
Calada la gorra de
estrella roja (en homenaje al Che Guevara), y con un discurso fresco y
apasionado, Andrés Bódalo dice verdades. Usa el lenguaje franco del jornalero.
Transmite la palabra sincera de la tierra. La del campo de Andalucía que, en su
opinión, “prácticamente no ha cambiado desde los tiempos de la II República”.
El responsable del Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT) en Jaén y miembro
del Consejo Local de IU en esta ciudad, Andrés Bódalo, ha defendido en la
Academia de Pensamiento Crítico de Socialismo 21 “la lucha permanente en la
calle y la autoorganización de la gente en pueblos y barrios; es hora de pasar
a la acción directa”.
Predica con el ejemplo. Milita en el SAT, el sindicato más represaliado de
Europa, sobre el que pesan actualmente (sobre sus dirigentes y afiliados) más
de 500.000 euros en multas y peticiones de más de 150 años de cárcel, según las
cifras de la organización. Además, 500 militantes del sindicato tienen abiertos
procesos judiciales. Todos los dirigentes del SAT han sido multados o han
pasado por los calabozos.
El currículo de Andrés Bódalo es coherente con esta historia de acción
directa-represión que acompaña al sindicato desde sus orígenes. Fue condenado a
dos años de prisión por participar en un piquete informativo durante la huelga
general de 2002. En el año 2005, tomó parte en la ocupación pacífica de la
Consejería de Agricultura andaluza, para pedir la cesión de 3.000 hectáreas de
tierra del Marqués de Medinilla. Bódalo fue brutalmente golpeado, condenado a
dos años de prisión y multado.
Además, por entrar en Mercadona el pasado verano, con el fin de recoger
alimentos en carros y repartirlos entre las familias menesterosas, la policía
lo detuvo en su casa (delante de su hijo) y se lo llevaron junto a otros
compañeros a los calabozos. “Algo hemos hecho que les ha molestado”, pensó en
ese momento. Actualmente se encuentra en libertad provisional.
¿De dónde sacan la fuerza interior los militantes de este sindicato, que cuenta
con 15.000 afiliados en Andalucía, para dar la batalla? “Históricamente, la
lucha del movimiento obrero es lo que ha permitido la conquista de derechos;
también hay que tener muy claro que a las personas no se les mide por lo que
dicen, sino por lo que hacen. Por eso, todos hemos de luchar, de manera
organizada, sin dejarnos arrastrar por líderes. Un trabajador nunca puede ser
un elemento pasivo”, concluye el responsable del SAT en Jaén. En tiempos de
crisis muy grave, la lucha autoorganizada incluye la creación de redes básicas
de solidaridad: comedores sociales, huertos urbanos, servicios médicos y
educativos, entre otros.
Tras el negro barbecho de la dictadura, de inmediato se reabrió la “cuestión
agraria”. En 1976 se constituyó el Sindicato de Obreros del Campo (SOC), ante
“una situación sangrante e insostenible de hambre, emigración, paro y miseria”,
recuerda Bódalo. Se reivindicaba “la tierra para el que la trabaja” y la
reforma agraria. El sindicalista hace balance: “No hemos conseguido tanto como
nos hubiera gustado; hay que tener en cuenta que el sistema nos divide”. Por
ejemplo, en la década de los 80 nace el Plan de Empleo Rural (PER), “una
limosna con la que el PSOE consiguió dividirnos y atenuar el movimiento de
ocupación de tierras; con el mismo objetivo, la Junta de Andalucía promueve el
reparto de tierras por lotes individuales”.
Pero a la vista queda el gran referente, Marinaleda. “Allí se creó un ejército
de jornaleros muy unido y que combatía duramente por la tierra. Enfrente tenían
a la guardia civil y al duque del Infantado, gran terrateniente, tres veces
grande de España y amigo personal del monarca”, explica Bódalo. Sin llegar al
ejemplo de este municipio sevillano, se han desarrollado otras experiencias de
calado. En marzo de 2012 se ocupó la finca pública de Somonte, en Córdoba, para
ponerla en producción. En julio también se ocupó una finca militar en Osuna
(“Las Turquillas”), de la que se les desalojó 20 días después, pero volvió a
ser ocupada.
Se diría que el ancestral “hambre de tierras” y la penuria de la clase
jornalera permanecen como siempre. Que la historia se ha paralizado en el campo
andaluz. “La situación ha cambiado muy poco”, explica el dirigente del SAT y
miembro de Socialismo 21. Explica de modo categórico que con el PSOE “se han
repartido menos tierras que durante la dictadura; además, en las mejores
tierras –provincias de Sevilla, Córdoba y Jaén- tenemos metidos a los grandes
terratenientes, burgueses y toreros del país. Es el caso de la Casa de Alba,
con sus 35.000 hectáreas en todo el estado y 3 millones de euros anuales de
subvenciones europeas; para colmo, personajes como Duran i Lleida critican las
ayudas del PER, pero nada dicen cuando los latifundistas se gastan las
subvenciones europeas, en algunos casos, en piscinas y campos de golf. En
Andalucía “hay un clima y unas tierras de primera calidad, pero el problema es
que se hallan en manos de especuladores”, concluye.
Tampoco un gobierno de coalición entre PSOE e IU en la Junta de Andalucía ha
conducido a transformaciones sustanciales. El próximo 28 de febrero el SAT
participará junto a otras 45 organizaciones sociales, como el 15-M o “Stop
Desahucios”, en un “asalto pacífico” al Parlamento de Andalucía para protestar
por los recortes y contra el pago de la deuda. “Muchos militantes de base del
PSOE e IU están cabreados porque no se está dando una política de
recuperación de los servicios públicos privatizados, en materia de sanidad y
educación, ni está impulsándose la tan necesaria reforma agraria”, explica
Andrés Bódalo. La demoledora crítica del SAT se extiende a las cúpulas de los
sindicatos mayoritarios, CCOO y UGT.
Desde que en 2008 aflorara la crisis, el SAT desencadenó una campaña de
movilizaciones para señalar a los responsables. Ocuparon bancos en Sevilla y
Granada; la mayor inmobiliaria de Andalucía, en Osuna (Granada); el aeropuerto
de Málaga, la estación del AVE en Córdoba y Canal Sur, entre otras acciones.
Pero el poder aprende, explica Bódalo, “y ahora utiliza mecanismos diferentes a
los que usaba en los 80. En cualquier movilización te identifican y después te
multan, a lo que sigue en muchos casos el embargo de cuentas y de viviendas”.
Subraya el sindicalista que la represión ha generado mucho miedo en la gente.
Además, “cuando convocamos una acción, la policía siempre llega antes que
nosotros; y esperan el menor incidente para machacarnos. Ahora bien, nosotros
nunca buscamos el enfrentamiento. El único objetivo que nos mueve es
desarrollar la protesta”.
El pasado verano muchas personas ajenas a la militancia de izquierdas
conocieron a Sánchez Gordillo y a Diego Cañamero, dirigentes principales del
SAT. Con una estrategia muy meditada, el sindicato organizó la “expropiación”
de alimentos en dos grandes supermercados (Carrefour y Mercadona), para
repartirlos entre la población más necesitada. Así pretendía denunciarse cómo
el “despilfarro” de productos coexiste con la miseria y el paro masivo de la
clase obrera andaluza. Y la acción surtió efecto: el Ministro del Interior tuvo
que dar la cara. La protesta se saldó, pese a todo, con 20 condenados a cinco
años de cárcel.
A las expropiaciones siguió una marcha a pie por toda Andalucía, que pretendía
hermanar en la lucha a pueblos y ciudades. “Al llegar a una ciudad grande nos
reuníamos varios miles de personas; pero los medios no nos daban cobertura”,
afirma Andrés Bódalo. “Uno de los ejemplos más emotivos se produjo en Cádiz, cuando
salieron a recibirnos los trabajadores de los astilleros, que también estaban
en lucha”. La respuesta del estado tampoco se hizo esperar: 50 procesados más,
con multas y penas de prisión.
Pero la represión no empaña los logros de las movilizaciones. Al contrario. Con
las multas, juicios y penas de prisión, se ha conseguido, según Andrés Bódalo,
“sacar a la luz una grandísima solidaridad llegada de todas las partes del
mundo. Por ejemplo, con afiliaciones solidarias de fuera de Andalucía o miles
de autoinculpaciones por las expropiaciones de los supermercados”. Son los
riesgos de practicar un sindicalismo de corte anticapitalista y asambleario.
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