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sábado, 1 de agosto de 2009

COMO ORGANIZAR EL ANTICAPITALISMO



Esta es la cuestión, como diría Hamlet… Este es el reto que tiene la izquierda real del mundo.




Me refiero a la izquierda que no sólo "es" anticapitalista sino que detesta el capitalismo tanto como odia el capitalista el comunismo y al comunista. Con paños calientes y con indulgencia superdemocráticas no se consigue avanzar. Siempre ellos, los sin escrúpulos, tienes todas las de ganar. No está gober­nado virtualmente el mundo porque éste sea el menos malo de los sistemas posibles, ni tampoco porque el mundo se conforme con un pasar. Está gobernado a la fuerza por las fuerzas capitalistas, por­que además de ejércitos, de policías y de tretas, manejan como na­die toda clase de espejuelos A las pruebas me remito. Cada día se fortifican más el capitalismo y los capitalistas.




Venimos siendo regidos tras la segunda guerra mundial –qué digo, desde siempre- por los mismos. Los socialistas y los socialdemo­crátas son versiones "mejoradas" de la derecha. Nada más. Lo único que está claro dentro de esta ceremonia de confusión llamando so­cialismo democrático o socialdemocracia a lo que no son más que modalidades de capitalismo con algún refreno a los excesos super­capitalistas que por otra parte resultan a la postre inútiles, es el anti­capitalismo.


Sin embargo, hasta en la constitución española hay registros que posibilitan que la mayoría anticapitalista alcance la mayoría política procediendo a la revolución de la mayoría. El art. 9.2 hace respon­sables a todos los poderes públicos de la remoción de cuantos obs­táulos impidan que la libertad y la igualdad de las personas y sus colectivos sean reales y efectivos. Pero es, como tantos otros pre­ceptos y toda ella, papel mojado, salvo en lo que se refiere al empo­tramiento de la monarquía impuesta por los franquistas…




Lo digo al principio. No basta con ser anticapitalista. Ya que por es­tos pagos y por los otros no hay chávezes que se pongan al frente de la causa, entre otras razones porque no tenemos petróleo (llave que abre la puerta a numerosas posibilidades), hay que ir a los parla­mentos pertrechados de la convicción anticapitalista como la única salvación posible de la sociedad y del planeta. El problema luego es imaginar siquiera que tropeles de universitarios formados justo para ser capitalistas, o no universitarios deformados por la necesi­dad de doblegarse también, vayan a nutrir las filas que un par­tido superorganizado se necesita para dar un vuelco a las urnas. Y luego, para hacer frente a los tocapelotas y energúmenos capitalis­tas que se meten por los intersicios de toda la sociedad, de manera que unos pocos son capaces de volverla loca hasta escleroti­zarla impidiendo todo avance. Como es el caso de los que ope­ran bajo cuerda, para fines justamente opuestos a los que se les atribuye. Por ejemplo, los que ponen explosivos en los bajos de los coches.


Sea como fuere y con las dificultades que cabe imaginar, la solu­ción en el mundo y para el mundo sólo puede consistir en barrer para siempre el capitalismo del mundo democrática o no democráti­camente, por las buenas o por las malas. Es una obvie­dad. Pero como pasa con todo lo evidente, lo evidente no sólo es lo más difícil de explicar, sino también lo más difícil de acometer.




JAIME RICHART

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