Las lentejas de Esaú
Julio Anguita
González
La entrada de IU en el Gobierno de
Andalucía merece una reflexión reposada y serena que, sobreponiéndose al
malestar y estupefacción generados entre la militancia y los votantes a causa de
las primeras medidas acordadas, saque las conclusiones para un futuro, si es que
éste es aún viable. A modo de introducción haré dos consideraciones
previas.
La primera consiste en separar
conceptualmente dos situaciones que aparentemente sinónimas pueden -sobre todo
en el caso andaluz- no serlo. Ser integrante de un gobierno no es otra cosa que
formar parte de un equipo de Ministros o de Consejeros. En la situación andaluza
se manifiesta así: IU–CA con un 27´4% de peso específico en el Consejo de
Gobierno, administra el 4% del Presupuesto.
Gobernar, en el sentido general del
término no es otra cosa que el conjunto de medidas tomadas por un Ejecutivo en
orden a aplicar total o parcialmente el Programa de Gobierno con el que reclamó
el voto de la ciudadanía.
Pero en todo programa no sólo
hay un conjunto de propuestas para desarrollar, sino también unos compromisos en
torno a aquellas políticas que son consideradas como opuestas y en consecuencia
totalmente rechazables; son las líneas rojas que no pueden ser traspasadas. En
la campaña electoral el hoy Vicepresidente primero de la Junta, explicitó con
rotundidad algo que es difícil no compartir: “Nos opondremos igualmente a
la derecha y a las políticas de derechas”.
Apelando al juicio de los lectores,
pregunto ¿Cuál es el núcleo de las políticas de derecha: el principio general de
acabar con el déficit vía reducción del Gasto Social y las Transferencias hacia
la Comunidad Autónoma o la aplicación concreta de esa política en aspectos
concretos, medibles y cuantificables? Trasladada esta cuestión a la acción de
gobierno, se formula así ¿Cómo puedo estar contra una política de derechas si
asumo y justifico en lo concreto sus consecuencias y aplicaciones?
Cuando el Vicepresidente primero reconoce
que las medidas son injustas pero que se acatan “por imperativo legal”
(expresión chusca, por sacada de contexto,) no está haciendo otra cosa que hacer
suyo el principio general al que dijo oponerse en la campaña electoral ¿Cómo
pensaban hacer oposición? Y ello resulta menos entendible en la medida en que
nada obligaba a IU-CA a participar en el Gobierno. Su entrada en el mismo fue
libremente aceptada y sancionada por la militancia en referéndum. ¿Previó la
dirección de IU-CA el escenario que se ha presentado? ¿Qué opinan ahora sus
dirigentes tras el resultado del referéndum asturiano?
La conclusión que se saca de estos hechos
es obvia: IU-CA está en el Gobierno aunque no gobierna; renunció a hacerlo
cuando aceptó formar parte de un Ejecutivo que se vería forzado a aceptar las
políticas de Rajoy (que son, corregidas y aumentadas las de Zapatero) o
enfrentarse a ellas. IU-CA optó libremente por no gobernar en nombre de su
programa o lo que es peor, por gobernar aplicando la política tan denostada en
la campaña electoral.
La segunda cuestión a la que quiero
referirme no es otra que la sempiterna confusión y ambivalencia con la que IU-CA
aborda su discurso político. Hay momentos en los que nuestra fuerza política
marca con claridad y hasta con solemnidad su línea de actuación opositora; ya lo
he manifestado antes: “contra la derecha y contra las políticas de derechas”.
Claro está que la formulación obedece en el fondo al miedo que produce en
nuestra organización llamar a las cosas por su nombre. Se piensa que existe una
derecha esencial y otros agentes políticos innominados que pueden hacer
políticas de derechas, aunque no le sean. Se olvida con notoria e interesada
ofuscación que con el tiempo el hacer determina, configura y
clasifica al ser.
El caso es que en el desarrollo político diario
o en las campañas, el PSOE es el aludido por IU cuando se refiere a las
políticas de derechas (imputación por otra parte bien fundamentada a la luz de
los hechos y la memoria). Esa alusión queda reducida a una simple referencia a
siglas, las del PP, cuando aparece en el horizonte la constitución de las
instituciones y con ella la erótica del cargo. Y es que se olvida, por ligereza,
interés o improvisación que tanto en la vida como en política hay momentos en
los que se impone el acuerdo, el pacto o la colaboración, pero con dos
condiciones que impidan la confusión derramada sobre la ciudadanía: que dicho
acuerdo sea en cuestiones inexcusablemente necesarias para el bien común y que
no cambiemos de concepción (por simple rigor político) sobre nuestros
coyunturales aliados. Ninguna de estas dos condiciones se da en el caso andaluz.
El “programa” pactado no pasa de una lista de buenas intenciones sin plazos,
asignaciones presupuestarias y previsibles apoyos sociales; un programa para
esta coyuntura hubiera exigido (por estricta garantía de seriedad) de unos
tiempos, unos trabajos y unos equipos de interlocución menos constreñidos por
los plazos. Por otra parte, hablar de Gobierno de izquierdas con este discurso
gubernamental, estas prácticas y estos argumentos es cuando menos un alocado
exceso de incontinente facundia.
Cualquier fuerza política, sindical o
colectivo ciudadano que vuelque su labor sobre la sociedad no está exento de
cometer errores de estrategia, táctica o simplemente de orientación en la
coyuntura. Pero el caso que nos ocupa es algo más que un error, es el de la
inconsciencia con que una fuerza política puede provocar su propia voladura y
lanzar un torpedo sobre su línea de flotación. Al grito de “hay que parar a la
derecha,” IU-CA cual kamikaze político, se autoinmola en la tarea de impedir que
gobiernen unas siglas, las del PP, para a continuación aplicar la tan denostada
política que se le imputa en exclusiva. El jugador no ha pasado pero el balón sí
ha entrado en la portería propia.
La sociedad andaluza, como la española,
denota una tónica generalizada de resignación e inhibición. Desconfía de la
Política, recela de las instituciones y considera que en el fondo todo es igual,
todo es lo mismo. A veces se producen conatos de irritación o manifestaciones de
protesta que no acaban de generalizarse, de extenderse cuantitativa y
cualitativamente. Y esto es más trágico en la medida en que para salir de esta
situación de postración es imprescindible, como condición sine qua non, la
galvanización de la conciencia ciudadana en torno a profundos cambios
económicos, sociales, políticos, culturales y de valores. No existe ni una sola
fuerza política, sindical o de otra índole capaz de sustituir o asumir en
exclusiva esa labor. Y de la misma manera no existe ninguna propuesta económica
que desde una imaginaria pizarra y en función de ecuaciones, estadísticas o
desarrollos numéricos pueda, también en exclusiva, detener esta sangría de
puestos de trabajo, derechos sociales y dignidad cívica. ¿Qué pueden hacer
entonces las formaciones políticas, sindicales o culturales? ¿Cual sería
entonces su papel en esta hora? Más adelante volveré sobre la cuestión.
La formación social que denominamos
España está gravemente afectada por una gangrena que se extiende a los tres
Poderes del Estado y alcanza a las más altas magistraturas del mismo. Ese cáncer
es la corrupción que como una metástasis se extiende ya a casi todo el cuerpo
social y provoca en el mismo un generalizado encallecimiento de la conciencia
cívica. Los ladrones convictos son indultados, los incursos en investigación por
delitos contra el erario público ven sus causas anuladas, los directivos de
empresas, bancos y cajas de ahorros responsables de agujeros que luego se tapan
con dinero público, marchan de los lugares que esquilmaron con jugosas y
escandalosas pensiones, las instituciones encargadas de velar por el correcto
funcionamiento de las entidades económicas miran a otra parte y permiten la
escalada de quiebras, pufos y activos tóxicos; los encargados de administrar los
fondos públicos para socorrer empresas en dificultades y trabajadores en las
puertas del paro, medran con esos recursos, y el poder político balbucea excusas
como si con él no fuera la cosa ¿Para cuándo la comisión de investigación sobre
los Eres?
La Constitución, producto de los consensos
de la Transición, está como ésta, agotada en su impulso, incumplida, falseada y
arrumbada en el desván de este inmenso casino de tocos mochos. Y a esta
situación se le añaden una crisis económica producida por los propios poderes
del sistema, una crisis de la civilización occidental que está basada en el
capitalismo y la democracia representativa, una crisis del camelístico proyecto
europeo representado por Maastricht y el euro. El paro aumenta y se eterniza, la
pobreza se intensifica, la juventud carece de horizonte y la tan invocada
recuperación se demora cada día a un año más.
Y es ahora cuando cobra su exacto sentido
la calificación de disparate para lo hecho por IU-CA. Si es cierto que la
respuesta a la situación debe ser masivamente ciudadana, también lo es que la
ciudadanía necesita de referencias personales y colectivas que les puedan servir
de impulso, de concreción en los deseos y aspiraciones, de brújula, de ejemplo
en definitiva. IU-CA ha remontado electoralmente tras unas épocas de
estancamiento. Una buena parte de ese ascenso electoral se ha debido al hastío
hacia las dos fuerzas políticas mayoritarias (tan coincidentes en tantas cosas)
y otra buena parte a quienes creían haber encontrado una referencia de ética con
otras formas de hacer política y otras conductas en el ejercicio de la
representatividad conseguida en las urnas. Desde ahí se podía haber hecho una
labor inmensa en el sentido que la necesidad social demanda. Pero se ha vuelto,
una vez más, al alicorto, interesado e inmediatamente rentable ejercicio del
“realismo político”.
¿Qué abanico de opciones tenía ante sí
IU-CA? La primera, al menos para mí, era la de negociar con el PSOE las
contrapartidas al voto de Investidura: inmediata Comisión sobre los Eres y
cuatro medidas cuantificadas, presupuestadas y comprometidas a favor de los
sectores más desfavorecidos de Andalucía. Hecho esto se debía haber pasado a la
oposición y, desde allí, negociar cada ley, cada presupuesto, cada
proyecto.
La segunda opción, el acuerdo de
Legislatura, sería posible si después de haber sustanciado la primera, el PSOE
la demandara. En este caso y tras los pertinentes trabajos analíticos,
presupuestarios y programáticos podría verse esa posibilidad pero sin las prisas
que tanto daño hacen al trabajo serio.
La tercera, que es la escogida, era la
única que no podía ser tenida en cuenta so pena de arrostrar las consecuencias
que se han producido.
Y además, en todos y cada uno de los casos
el acuerdo, si lo hubiere, tenía que ser explícitamente apoyado por las
direcciones nacionales de cada fuerza.
¿Qué impelió a la dirección de IU-CA a
tomar, desde antes de la noche electoral, el camino del pacto de gobierno?
Solamente veo tres posibles razones. La primera es hija del miedo escénico que
le entra a IU cuando se ve en la tesitura de ser fiel a sus militantes y a sus
votantes o a la opinión publicada: escrita, radiada o televisada, que de manera
interesada recurre siempre a la unidad de la izquierda cada vez que el
PSOE pierde la mayoría. Una opinión publicada que a fuer de reiterada y
machacona, termina por hacerse notablemente pública y que cuando PP y PSOE
pactan la continuidad de la Ley Electoral, la reforma de la Constitución según
el catecismo Merkel, coinciden en la necesidad de lo que llaman austeridad o en
las concepciones de política económica o internacional las saludan como
políticas de Estado. Griñán fue claro y expedito al declarar que no
estaba de acuerdo con el simple apoyo a su investidura; desde su óptica la
posición era impecable pero ¿y desde la de IU-CA? Su dilema estribaba en usar su
capacidad decisoria en beneficio de políticas simplemente democráticas o en
entrar a formar parte de una entidad hipotecada por determinados escándalos e
imputaciones, con poco poder decisorio sobre la política general y con
principios de política económica, europea e internacional compartidos en la
centralidad de sus respectivas direcciones nacionales. Optó por la peor, por la
dilapidación del apoyo recibido en las urnas ¿Se ha hecho eco la dirección de
IU-CA del malestar entre sus militantes y votantes?
¿Temió IU-CA que Griñán al no recibir
nada más que el apoyo a la investidura amenazase con dejar gobernar al PP
acusándola de ser la responsable de ello y, en consecuencia, cedió ante la
amenaza? Si ello es así, estaríamos ante una fuerza política que no está
preparada en absoluto para ejercer con dignidad su pregonada soberanía.
La segunda razón posible podría estribar
en la atadura que IU-CA se auto-impuso cuando criticó con desmesura la decisión
de los compañeros de Extremadura. Si esto fuera el caso, sería el más absurdo y
ridículo ejemplo del sostenella y no enmendalla. Sobre todo cuando los
compañeros extremeños aumentaron de votos en las últimas Elecciones Generales
realizadas con posterioridad a su “crimen”. Los electores de Extremadura
si han entendido lo que IU-CA no quiere entender.
La tercera razón, y que es la más
extendida por los mentideros de rumores, consiste en la debilidad ante la
tentación institucional y sus dádivas, atenciones y clientelismos. No quiero
creerla. Los errores, incluso los disparates como éste, tienen remedio, lo otro
es ya una segunda naturaleza que va desposeyendo y suplantando a la primera. La
corrección es prácticamente imposible.
La sociedad española, los trabajadores de
todo tipo y los que están en una inacabable espera de serlo, necesitan de un
ejemplo, de una garantía de solvencia, dignidad y firmeza. El proceso de
concienciación organizada para el cambio profundo que necesitamos todos debe
visualizarse con otras formas de hacer política en las instituciones y en la
calle. Si IU quiere ser ese referente, asumir esa tarea y constituirse en
estímulo para una sociedad necesitada de valores encarnados en personas y en
colectivos debe, además de abordar con decisión su nunca empezada refundación,
corregir errores como éste y prepararse para explicitar con su práctica aquel
ejemplo de “fantasía concreta que dinamiza y estimula a un pueblo para
abordar la tarea de su propia redención” que dijera Antonio Gramsci.
AL PENSAR Y ACTUAR, MIRA SIEMPRE A LA IZQUIERDA.